La muerte del padre del “realismo mágico” y nobel colombiano
de Literatura Gabriel García Márquez, ayer en Ciudad de México a los 87 años,
conmocionó no sólo al mundo de las letras, sino al planeta entero. La noticia, a
poco de conocerse, se hizo eco fuertemente en las redes sociales y reproducida
con pesar por los diarios más importantes del globo. Además de enumerar su
valiosísima obra y sus días como periodista, destacaron su visión del mundo y
distintas facetas de sus años vividos. Panorama Ciudad comparte esta nota
publicada en la web de la BBC en español, firmada por su corresponsal en México,
Juan Carlos Pérez Salazar, en la que hace un completo recorrido por la vida de
uno de los más populares autores latinoamericanos.
Gabriel García Márquez: adiós al hombre que sólo quería ser amado por sus amigos
Por Juan Carlos Pérez Salazar (*)
BBC Mundo, Ciudad de México
17/4/2014
En su larga y prolija vida, el escritor colombiano Gabriel
García Márquez -quien falleció este jueves 17 de abril en Ciudad de México-
consiguió lo que siempre había deseado.
No eran los honores, ni el premio Nobel de Literatura. Ni
siquiera escribir una de las más grandes novelas de todos los tiempos.
Su ambición al escribir era, según lo dijo en varias
ocasiones, que sus amigos lo quisieran más. Y vaya si lo hicieron.
Infancia corta y feliz
Gabriel García Márquez nació en Aracataca, el 6 de marzo de 1927,
aunque le gustaba decir que había nacido en 1928, para que coincidiera con la
Masacre de las Bananeras, un evento que marcó a su generación en Colombia y que
recrea en “Cien años de soledad”.
Su infancia transcurrió al cuidado de sus abuelos maternos,
el coronel Nicolás Ricardo Márquez Mejía -veterano de la guerra de los Mil Días
en Colombia- y Tranquilina Iguarán.
El escritor siempre diría que la semilla de su estilo y de
su imaginación desaforada está allí, en esa casona que los relatos de su abuela
poblaba de fantasmas y presencias. Relatos que Tranquilina Iguarán contaba con
cara de palo, como si fueran lo más normal del mundo.
Esa manera de contar, diría García Márquez muchos años
después, es la misma que usaría en libros como “Cien Años de Soledad”.
El coronel Nicolás Ricardo falleció cuando “Gabito” -como le
decían sus amigos- tenía ocho años. El niño fue enviado a vivir con sus padres,
que eran prácticamente unos desconocidos para él, en el municipio de Sucre, al
lado de sus demás hermanos.
Finalizaba su infancia corta y feliz. “Después, todo me
resultó bastante plano: crecer, estudiar, viajar... Nada de eso me llamó la
atención. Desde entonces no me ha pasado nada interesante”, recordó alguna vez.
En Zipaquirá
García Marquez contrajo matrimonio con Mercedes Barcha en
marzo de 1958.
A los doce años de edad, García Márquez ganó una beca para
estudiar en un internado de Zipaquirá, municipio situado cerca de Bogotá, la
capital colombiana.
Muchos de sus allegados reconocerían después a Zipaquirá en
las descripciones del lúgubre y remoto pueblo al cual Aureliano Segundo va a
buscar a Fernanda del Carpio en “Cien Años de Soledad”.
Los años de internado también serían claves para forjar al
escritor. Allí, en las solitarias tardes de sábado y domingo, el joven
devoraría las obras de Julio Verne, Emilio Salgari y Alejandro Dumas.
En 1947 empezó a estudiar derecho en la Universidad Nacional
de Bogotá, pero nunca finalizaría dicha carrera. Ese mismo año publicó, en el
periódico El Espectador, su primer cuento, “La tercera resignación”.
En 1948 ingresó como reportero al recién fundado periódico
El Universal de Cartagena, pero ello no detuvo la escritura de cuentos para El
Espectador. En ese diario -que todavía circula- conoció a Clemente Manuel
Zabala, jefe de redacción, a quien recuerda como una persona que empezó a
afinar tempranamente su estilo.
En 1950 conoció en Barranquilla a un grupo de jóvenes
intelectuales: Álvaro Cepeda Samudio, Alfonso Fuenmayor y Germán Vargas. Ellos,
a su vez, le presentarían a Ramón Vinyes, llamado “el sabio catalán”. Todos
ellos aparecerían en “clave” en los últimos capítulos de Cien Años de Soledad.
La influencia de estas personas sería portentosa, pues no
sólo se convirtieron en sus mejores amigos -y le consiguieron trabajo en el
periódico El Heraldo de Barranquilla-, sino que lo introdujeron a lo mejor de
la literatura moderna. Autores como Faulkner, Hemingway, Joyce, Kafka y
Virginia Woolf.
Para 1951, García Márquez ya había escrito su primera
novela, La Hojarasca, aunque sólo la publicaría años más tarde.
El periodista famoso
En la época que ejerció como periodista, trabajó en diarios
como El Espectador y El Heraldo de Barranquilla.
En 1954, convencido por otro amigo, Álvaro Mutis, García
Márquez regresó a Bogotá a trabajar de tiempo completo en El Espectador, donde
escribió extraordinarios reportajes que lo convirtieron en uno de los
periodistas más famosos de Colombia.
Al año siguiente viajaría a Ginebra, como enviado de El
Espectador a la Conferencia de los Cuatro Grandes. Iba a ser un viaje corto,
pero duró cuatro años.
La dictadura de Gustavo Rojas Pinilla cerró el periódico y
García Márquez, que se encontraba en París, decidió invertir el dinero del billete
de regreso en finalizar en Europa la novela que estaba escribiendo, “El coronel
no tiene quién le escriba”.
En Europa, García Márquez también escribiría “La mala hora”
y varios de los cuentos que luego aparecerían en “Los funerales de la mamá
grande”.
En uno de sus regresos a Colombia, en 1958, se casó con
Mercedes Barcha -el “Cocodrilo Sagrado”, como la llama en su dedicatoria de “Los
funerales de la mamá grande”- a quien, según relata en uno de sus libros, le
propuso matrimonio ebrio, en una fiesta, cuando ella tenía trece años.
Su periplo como periodista llevó a Gabriel García Márquez a
distintos lugares de América.
Uno de ellos fue La Habana, en 1960, en donde trabajó en la
agencia de prensa creada por el gobierno cubano (Prensa Latina) tras la
Revolución. Allí empezó su interés por la isla, el cual mantendría inalterable
a través de los años, cimentado en una estrecha amistad con Fidel Castro.
También laboró en Caracas y Nueva York, casi siempre
obedeciendo al ofrecimiento de trabajo de algún amigo.
Finalmente llegó a Ciudad de México -exactamente el día en
que murió Ernest Hemingway, otro de sus maestros- en lo que sería un destino
crucial en su carrera como escritor y donde se reencontró con su gran amigo
Álvaro Mutis.
En la capital mexicana trabajó como guionista de cine,
editor, publicista y periodista y fue en esta ciudad donde escribió la que para
muchos es su obra cumbre: “Cien Años de Soledad”.
Impulso literario
La manera como García Márquez escribió su más famosa novela
ya forma parte de la mitología literaria latinoamericana. Así la describió él
mismo:
“Desde hacía tiempo me atormentaba la idea de una novela
desmesurada, no sólo distinta de cuanto había escrito hasta entonces, sino de
cuanto había leído. Era una especie de terror sin origen”.
“De pronto, a principios de 1965, iba con Mercedes y mis dos
hijos para un fin de semana en Acapulco, cuando me sentí fulminado por un
cataclismo del alma, tan intenso y arrasador, que apenas si logré eludir una
vaca que se atravesó en la carretera. Rodrigo dio un grito de felicidad:
‘-¡Yo también cuando sea grande voy a matar vacas en la
carretera!’”
“No tuve un minuto de sosiego en la playa. El martes, cuando
regresamos a México, me senté a la máquina para escribir una frase inicial que
no podía soportar dentro de mí: ‘Muchos años después, frente al pelotón de
fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde
remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo’”.
“Desde entonces no me interrumpí un solo día en una especie
de sueño demoledor, hasta la línea final en que a Macondo se lo llevó el carajo”.
“Cien Años de Soledad” cambió la vida de García Márquez. El
estilo avasallador y luminoso con que estaba escrito el libro (estilo del que
sólo había dado unas puntadas en el cuento "Los funerales de la mamá
grande"), así como sus historias delirantes, deslumbraron a lectores en
todo el mundo.
Y lo sigue haciendo. Se calcula que la novela ha vendido más
de cincuenta millones de ejemplares en todo el mundo desde que fue publicada,
en mayo de 1967.
El otoño
Boyante e instalado en Barcelona, García Márquez empezó
escribir la novela en la que dejaría salir todo el caudal de su idioma:
"El otoño del patriarca", el relato de un dictador latinoamericano.
La novela -según Gabo- del hombre en el que se habría convertido
el coronel Aureliano Buendía si hubiera llegado al poder.
Pero antes publicó varios cuentos errantes y un relato largo
bajo el título de “La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y su
abuela desalmada”.
En 1982 le tocó la consagración máxima: el Premio Nobel de
Literatura.
En este período también se presentó la mayor fractura
política entre los integrantes del “Boom” de la literatura latinoamericana,
quienes le cambiaron la faz a la narrativa del continente. Fue en 1971, con la
detención y posterior auto inculpación pública en Cuba del poeta Heberto
Padilla, en un hecho que recordó a muchos los juicios estalinistas de décadas
atrás.
Mientras escritores como Mario Vargas Llosa -pública y
furiosamente- y Carlos Fuentes -de manera más discreta- se distanciaron del
régimen cubano, García Márquez lo continuó apoyando, al lado de Julio Cortázar.
“El otoño del patriarca”, publicada en 1975, confirmó el
calibre literario del escritor colombiano.
Luego vino su período más activo políticamente. Anunció que
no volvería a publicar ficción hasta que Augusto Pinochet no dejara el poder en
Chile y se dedicó a recorrer el mundo escribiendo artículos periodísticos, los
cuales fueron recopilados años después en el libro “Por la libre”.
Por fortuna para sus lectores, rompió esta promesa en 1981,
cuando se publicó la corta, densa y magnífica “Crónica de una muerte anunciada”.
Al año siguiente le tocaría la consagración máxima, con el
Premio Nobel de Literatura.
La etapa final
Luego del Nobel, García Márquez escribió cuatro novelas más:
“El amor en los tiempos del cólera” -una obra especialmente admirada en el
mundo anglosajón-, “El general en su laberinto” (sobre los últimos días de
Simón Bolívar), "Del amor y otros demonios" y “Memorias de mis putas
tristes” (2004), que se convertiría en su última obra de ficción.
También publicó el libro de relatos, “Doce cuentos
peregrinos”; un gran reportaje, “Noticia de un secuestro”, y sus memorias: “Vivir
para contarla” (2002).
En 1999 se le descubrió un cáncer linfático, por el que,
aunque recibió tratamiento con éxito, redujo mucho sus apariciones públicas.
Sin embargo, en esos esporádicos momentos, siempre fue recibido con cariño por
el público.
Sin embargo, en los últimos años de su vida sus apariciones
frente a esa público se hicieron más escasas. También se habló mucho sobre su
pérdida de memoria, algo que confirmó uno de sus hermanos.
Sin embargo, cada 6 de marzo -día de su cumpleaños- salía a
la puerta de su casa en el Distrito Federal a saludar a los periodistas que se
apiñaban en el lugar y le cantaban “Las mañanitas”, tema con el que se celebran
los onomásticos en México. Lo hizo hace poco más de un mes, en su cumpleaños
87.
Ahora, Gabriel García Márquez pertenece a la Historia.
Sin embargo, él mismo lo dijo, -y también lo dijeron sus
amigos-: en el fondo de su alma nunca había dejado de ser el hijo del
telegrafista de Aracataca.
Quienes tuvieron la oportunidad de tratarlo personalmente se
dieron cuenta de que detrás de la fragorosa imagen del hombre público, amigo de
estadistas y allegado al poder, se escondía un hombre tierno y casi tímido.
Por eso, pero sobre todo por sus libros, no sólo sus amigos
lo quisieron. Millones de personas alrededor del mundo lo amaron.
Y muchos años después lo seguimos haciendo.
(*) Corresponsal de la BBC en México y Centroamérica
Fuente: BBC, jueves 17 de abril de 2014
Nota: “Gabriel García Márquez: adiós al hombre que sólo quería ser amado por sus amigos”
Nota: “Gabriel García Márquez: adiós al hombre que sólo quería ser amado por sus amigos”
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