Amores jóvenes: los celos y el maltrato marcan las relaciones

Un estudio entre 472 chicos de 15 a 20 años muestra lo que la mayoría no suele contar: la confusión entre afecto y control, las agresiones y la falta de diálogo; la investigación alerta sobre la necesidad de generar espacios para conversar estos temas.

Aigul Safiullina
  
(La nota del diario La Nación, en su versión impresa. Clic para ampliar)

Maltratos, celos, control y hasta abuso sexual son situaciones que muchos jóvenes enfrentan en sus noviazgos, aunque la mayoría no se anima a contarlo.

Un estudio hecho entre 472 chicos y chicas de entre 15 y 20 años reveló que el 40% consideró normal la afirmación "si tu pareja comienza un juego erótico no tenés derecho a cortarlo", lo cual demuestra que les cuesta poner límites ante una situación sexual que no desean. Además, un 40,8% estuvo de acuerdo o parcialmente de acuerdo con la consigna: "Que tu pareja te haga sufrir no quiere decir que no te quiera".

Este tipo de consultas fueron parte de la investigación realizada por el Instituto Abierto para el Desarrollo y Estudio de Políticas Públicas junto con la Asociación Civil Trama, que incluyó entrevistas con un 70% de jóvenes de escuelas públicas de la ciudad de Buenos Aires, el conurbano, Tucumán, Córdoba y Entre Ríos. El 30% restante participó de la investigación de manera online y proviene de diferentes estratos sociales.

Según Florencia Tufró, una de las coordinadoras del trabajo, "no sólo se aceptan como naturales los celos y el control, sino que se considera que están bien y que son necesarios para conservar la relación".

Para muchos de los jóvenes consultados, el amor es sinónimo de control y los celos funcionan como mecanismos "preventivos" y este tipo de práctica se ha sofisticado y aumentado por el uso de teléfonos celulares y las redes sociales. Un 40% de los chicos, mujeres y varones, considera normal revisar los mensajes en el celular, correo o en las redes sociales de sus parejas. En muchos casos, este tipo de invasión a la privacidad es apoyado por amigos, conocidos y hasta por los padres, que también quieren vigilar a sus hijos y las parejas de éstos.

Para Tufró, "los varones y las mujeres son igual de controladores, pero tienen motivaciones diferentes". Por ejemplo, los discursos de los varones reflejan el miedo a la pérdida de prestigio en el grupo de pares, mientras que los de las mujeres están más asociados con el miedo a que la pareja fracase o a un posible abandono, según concluyó la investigación.

Este miedo por parte de mujeres explica otro dato que tiene que ver con la prevención de embarazos no deseados y del contagio de enfermedades de transmisión sexual. El 17% de las mujeres y el 24% de los varones podrían tener relaciones sexuales sin preservativo si su pareja no quiere utilizarlo. En las respuestas que incluye el estudio, las mujeres son quienes identifican más las presiones sexuales, mientras que los varones no las ven como un problema.

A este dato se suma el maltrato psicológico, que se expresa mediante críticas tanto de forma privada como pública. Casi 42% de los jóvenes considera normal una crítica sobre la manera de vestirse y arreglarse de parte de sus parejas. Asimismo, un 58,7% de las mujeres y un 55,4% de los varones darían una segunda oportunidad después de ser maltratados en forma inesperada en caso de que su pareja se arrepienta.

La coordinadora del estudio afirma que "a pesar de los cambios de roles de los géneros en sociedad todavía hay una expectativa de que la mujer se ocupe de todo". Entonces, el desafío para prevenir y erradicar la violencia de género en las parejas jóvenes reside en desnaturalizar los celos y el control, y hacer visible la violencia psicológica, que incluye la descalificación, la humillación o la indiferencia emocional. Además, se necesita generar espacios para hablar de estos temas que no están habilitados ni en la familia ni en la escuela, subrayó Tufró.

Precisamente, respecto del diálogo dentro de las parejas, el 54,7% de las mujeres se mostró de acuerdo con la frase "hay cosas que me importan mucho y que no puedo hablar con mi pareja porque no le interesan". Entre los varones, ese porcentaje llega al 34,9%. Según la investigación del Instituto Abierto para el Desarrollo y Estudio de Políticas Públicas (Iadepp) y la Asociación Civil Trama, esto confirma que las mujeres tienen una "mayor capacidad" para el diálogo en la pareja, pero advierte sobre las escasas posibilidades y libertades de la mujer para contar lo que pasa.

Para Tufró, "en la adolescencia los chicos están conformando su modelo de pareja. Por eso hay que prestar mucha la atención a los comportamientos para prevenir situaciones del maltrato". De hecho, la mayoría de los jóvenes expresa rechazo por la violencia y señala que nunca la utilizaría con sus parejas. Sin embargo, cuando deben tomar posición en situaciones concretas en las que se ejerce una violencia verbal o psicológica, las respuestas comienzan a ser confusas o contradictorias.

Además, los encuestados reconocen que los varones son quienes más ejercen la violencia. Para el 78,3% de las mujeres y el 75% de los varones, un empujón o una sacudida es una forma de maltrato. A eso se suma que el 85,2% de las mujeres y el 71,6% de los varones consideran una amenaza de golpe como un acto de violencia. Sin embargo, para el 20% de los encuestados, un porcentaje relevante, una bofetada en una discusión de pareja no implica un comportamiento grave. Los varones argumentan su rechazo a la violencia en la supuesta "debilidad" de las mujeres y el hecho de que les recuerda a sus propias madres.

Entre las respuestas de las mujeres se percibe que la mayoría está dispuesta a dejar de lado actividades y vínculos cuando están de novias. "Podemos observar que en la formación de la identidad y el proyecto de vida de las jóvenes siguen teniendo un peso importante la pareja y la familia", señala la investigación.

En la búsqueda de pareja, las expectativas de los varones aún son tradicionales. "Que sea buena persona, trabajadora, conservadora, buena ama de casa", según afirmó uno de los participantes, siguen estando entre las características buscadas. Asimismo, todavía existe una doble moral sobre la visión "puta-ganador" -según el estudio- en la calificación de los jóvenes que son más abiertos en sus relaciones amorosas.

Unidos por el afecto, no por el espanto

OPINIÓN
Miguel Espeche
Para LA NACION
  
Mientras que el amor gravita, atrae y se despliega por sí mismo con sutiles reglas que tienen a la confianza como instrumento eficaz, el espanto pretende ser solucionado con control y dominación.

Ese afán de control que viven muchas parejas, en particular, jóvenes, surge de la creencia de que, si no se lo amarra a la fuerza, todo vínculo desaparece por causa de una inescrutable tiranía de las emociones, que vienen y van como el viento, pero sin ancla.

Ante este tipo de creencias ligadas al ya conocido "amor líquido", se entiende por qué son varios los autores que hablan del miedo como el enemigo del amor, ya que ese mismo miedo es el que, en las parejas, se transforma en ideas fijas de celos, afán de control del otro, sobreactuación amorosa a través de violencia que se pretende pasión (cuando no lo es) y un solapado temor a que todo afecto desaparezca una mañana, así como vino, en clave de angustioso capricho o desgarradora traición.

Tanta volatilidad permite entender por qué tantos apuestan a evitar la pena, controlando, celando, para que algo de lo permanente exista, aunque sea, a la fuerza.

No existe una didáctica de la confianza, pero sí hay una recurrente pedagogía respecto de la desconfianza como remedio para evitar toda pena de amor. "La confianza mata al hombre", se dice desde hace mucho, a la vez que se machaca en las traiciones y abandonos, generando una noción desangelada de la realidad amorosa, presa de los vaivenes del estado de ánimo.

A la vez, a la hora de hablar de sexualidad se habla de "protección", dejando entrever que el "otro" es peligroso, favoreciendo con este concepto, que se cuela sin filtro en el discurso, la aparente liviandad "protegida" de las relaciones, más allá de que esa liviandad, a la larga, termine pesando en clave de soledad.

Mejor es agregarle inteligencia y madurez a la confianza que los afectos requieren que pasarse al bando de los desconfiados controladores, que no se dan cuenta de que si una pareja sobrevive como tal a fuerza de detectives, persecuciones o encierros ya no es una pareja, porque se torna territorio de batalla y no tierra fecunda para el despliegue de una relación.

Los jóvenes deberán entender que la violencia del control y del dominio no es pasión sino que es signo de su ausencia. Esto es así porque la pasión tiene la posibilidad de ir madurando hacia una mayor intimidad, y no se derrocha en golpes o escenas que suelen ser ceremonias posesivas en las que el egoísmo se disfraza de amor.

Apuntar entonces a una pedagogía del encuentro que permita querer más y mejor mejora los amores, mientras que generar barreras o cárceles de celos y control asfixia los mejores sueños de juventud, transformándolos en pesadillas.

El autor es psicólogo especialista en vínculos y salud mental comunitaria

Fuente:
Diario La Nación, jueves 21 de agosto de 2014, Tapa y página 24, sección Sociedad.

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