Por el celular, se lee menos libros en el transporte público, las salas de espera y hasta en el baño

Desde hoy, Panorama Ciudad suma la sección Lecturas, con una selección de notas sobre diversas temáticas publicadas por los medios de comunicación y que vale la pena compartir. El artículo de hoy, de la periodista Victoria de Masi, de Clarín, fue publicado el 1° de septiembre y se refiere a los cambios en la forma de leer a partir del uso del celular y que, si bien no se lee menos, se lee distinto.

Cambia la lectura
Las últimas “trincheras” del libro pierden contra el celular

En el transporte público, las salas de espera, los aeropuertos, las colas para hacer trámites y hasta en el baño el libro dejó de ser amo y señor. Según los especialistas, ahora se lee más, pero distinto.


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Victoria De Masi

Si esa mujer que se subió en la estación Humberto Primo de la línea H de subtes hubiera desprendido la mirada de su celular, no se habría perdido al hombre de rasgos andinos que zapateó flamenco sobre un tablón. Tampoco a la chica que entró al vagón un segundo antes de que la puerta se cerrara ni a esa nena que ofrece estampitas en horario escolar. Pero ahí esta sentada, con los auriculares enchufados a su teléfono, levantando los ojos cada tanto para chequear que aún no ha llegado a su estación: responde un mensaje de whatsapp, revisa Facebook o las tendencias en Twitter. No lee pero lee. Lee distinto. Lee en otro formato. Pero lee.

La lectura de libros, revistas, diarios, está siendo desplazada de los lugares que ocupaba por tradición, como el transporte público, las salas de espera, los aeropuertos, los halls de ingreso para hacer un trámite, la cama o el baño. Lo que llegó para suplirlo es imparable: los smartphones y las tablets, dispositivos digitales de fácil acceso. Mientras se espera que ocurra con la PC lo que pasó con el televisor (que logre una penetración universal), el celular es protagonista en los consumos digitales. Según los datos preliminares de la primera Encuesta Nacional de Consumos Culturales, que impulsó la Secretaría de Cultura de la Nación, el 24% de la población se conecta a Internet a través del teléfono y el 10% lo usa para jugar.

Dice también el estudio que chequear mails, escuchar música online, chatear e informarse son actividades habituales a la hora de conectarse. “Casi todos los usuarios de PC suelen transformarse automáticamente en consumidores de cultura digital y quienes no cuentan con una computadora, lo hacen a través de su celular”, dice el informe. ¿Cuál es la ventaja? Que el usuario puede hacerlo desde cualquier lado.

“La población incorporada a la lectura es creciente y hay más estímulo a leer, incluso a responder por escrito haciendo uso de todas las posibilidades interactivas. Se lee en el marco de una serie de interpelaciones multimediales: al texto virtual se le agregan sonidos o fotos. La tecnología cambian los hábitos de lectura pero en grados muy diferentes, según la difusión y tipo de tecnología. Esto implica que estamos frente a la acumulación de varias transiciones irresueltas por ahora que, además, no son unidireccionales. Diría que se lee más pero se lee distinto”, analiza Pablo Semán, sociólogo y antropólogo social.

No es lo mismo “ver” Twitter que leer un e-book. La diferencia es que en la red social los textos son cortos, pasan rápido y a veces basta con una imagen para “decir” algo. Aún así, el microblogging no puede competirle a un cuento de aventuras, como el walkman no fue capaz de ocupar el espacio de la revista Humor en los ’80. Entonces vale preguntarse por qué nos están atrapando más los avatares que las ilustraciones de un libro de aventuras. Responde Daniel Scarfo, doctor en Literatura Latinoamericana y sociólogo: “Porque la imagen o texto corto y rápido nos permiten ganar tiempo. Hoy nadie tiene tiempo ni paciencia para leer Ana Karenina. Necesitamos placeres más inmediatos, satisfacción inmediata. Demasiada complejidad han adquirido nuestras vidas como para complejizarlas aún más en intrincados laberintos decimonónicos. Ansiamos verdades aforísticas y latigazos efectistas. Para contarnos cuentos están las series, en mucho menos tiempo. Ya demás mirarlas cuando queremos en Netflix”.

El escritor de ciencia ficción William Gibson, creador de los términos “Matrix” y “ciberespacio”, dijo en una entrevista que Internet es parte de un viejo y persistente proyecto de nuestra especie en el que hemos estado trabajando desde que bajamos de los árboles. Rosalía Winocur, autora de “Robinson Crusoe ya tienen celular”, hace pie en ese concepto: “En cualquier época que hubieran aparecido las tecnologías, desde Hansel y Gretel en adelante, habrían recibido la misma adhesión fervorosa porque constituyen una poderosa herramienta simbólica para no perdernos en el bosque aunque nos abandonen nuestros padres, y para controlar la incertidumbre en cualquier orden social y cultural”.


El modo de que el hábito siga vivo: leerles a los hijos

Afirman que de esa manera los chicos amplían su vocabulario, su imaginación y sus conocimientos sobre el mundo y la cultura.

Aún cuando los argentinos reconocen los beneficios de incorporar la lectura en los hábitos de los niños, la falta de interés, de tiempo y otras actividades más atractivas como los juegos virtuales y la tecnología, son una barrera a la hora de convertirlo en hábito. Esa es una de las conclusiones a las que llegó un informe reciente de la consultora TNS Gallup.

El 60% de los encuestados declaró que sus hijos leen libros, revistas, historias, noticias o contenidos online con frecuencia, es decir, al menos una vez a la semana: el 12% señala que sus hijos leen todos los días, el 30% dice que leen varias veces por semana y el 18% afirma que sus hijos leen al menos una vez a la semana.

Sin embargo, el hábito de leer junto con los hijos es menos frecuente. Cerca de la mitad de los padres nunca lo hace o lo hace sólo ocasionalmente. Contradictorio, ya que según el estudio la lectura es reconocida como un hábito que fortalece la relación entre padres e hijos (86%). Al analizar los hábitos de lectura entre padres e hijos hay algunas diferencias: las mujeres leen más con sus ellos (54% contra 43% de los hombres).

“Cuando los chicos escuchan un cuento leído por un adulto, aprenden muchas cosas. Amplían su vocabulario y sus conocimientos sobre el mundo y la cultura, desarrollan su imaginación y activan una serie de estrategias de comprensión relacionadas con la capacidad de hacer hipótesis, inferencias y predicciones sobre lo que va a pasar”, observa la psicopedagoga María Tresca, autora de “Enseñar a estudiar a niños y adolescentes”.

Las principales razones que impiden a los padres leer un cuento a sus hijos son: los chicos prefieren realizar otro tipo de actividades recreativas como jugar a la computadora, tablet o playstation (10%), mirar la televisión (7%) por sobre la lectura. El desinterés por la lectura, la falta de tiempo y el aburrimiento son también fuertes dificultades para instalar la lectura como un hábito en los niños.

“Leer cuentos a nuestros hijos puede fortalecer nuestro vínculo con ellos y debe ser una experiencia placentera para ambos. Cómo lo hacemos es también fundamental para generar una experiencia compartida: exagerar los signos de puntuación, alternar el tono de voz para favorecer su atención, interrumpir para hacernos preguntas en voz alta sobre cómo creemos que va a seguir la historia o comentar las emociones que nos despierta, son estrategias que pueden servir para que se mantengan atentos”, propone Tresca.

Fuente:
Diario Clarín, lunes 1 de septiembre de 2014 de 2014, páginas 26/27, sección Sociedad.
Nota: "Cambia la lectura. Las últimas "trincheras" del libro pierden contra el celular".

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