Es uno de los 84 bares notables de la Ciudad. Por sus mesas pasaron célebres escritores y artistas. Había cerrado hace tres meses por problemas económicos. Impresiones.
Es un café ícono de la Ciudad de Buenos Aires, ubicado en
una esquina que tiene historia. En una de sus mesas, Ernesto Sábato escribió su
célebre novela “Sobre héroes y tumbas”. Y al director Francis Ford Coppola le
pareció el lugar ideal para filmar escenas de “Tetro”. Tras tres meses con las
persianas bajas, ayer el Bar Británico volvió a abrir sus puertas.
El emblemático café, ubicado en la esquina de Brasil y
Defensa, frente al Parque Lezama, en el barrio porteño de San Telmo abrió por
la mañana con el mismo mobiliario y esas treinta mesas que fueron testigos
silenciosas de la historia.
Allí, en ese bar que fue fundado con el nombre de “La
Cosechera” a principios del siglo XX como una pulpería y que en 1928 fue
rebautizado como Bar Británico ya que era frecuentado por trabajadores ingleses
del ferrocarril, Sábato escribió “Sobre héroes y tumbas”; Coppola filmó “Tetro”;
y el brasileño Walter Salles eligió al lugar para escenas de “Diarios de
motocicleta”. Es que este café, declarado Bar Notable de la Ciudad en 1998, fue
refugio de escritores para crear sus obras y personajes y elegido en varias
oportunidades por reconocidos directores como locación de filmación.
En 1982, durante la Guerra de Malvinas entre Argentina y el
Reino Unido cambió su nombre por el de “Bar …tánico”, aprovechando a su vez la
caída de parte de su luminaria.
Durante años, este mítico reducto porteño, que es uno de los
Bares Notables más famosos de Buenos Aires, fue atendido por José Trillo, Pepe
Miñones y Manolo Pose, tres españoles que se hicieron cargo del local. Lo mantuvieron
abierto las 24 horas, lo que lo convirtió en un punto ineludible para artistas bohemios.
Un día doloroso para la historia de los bares en la Ciudad -y para los vecinos de San Telmo en particular- fue el 23 de junio de 2006, cuando
cerró sus puertas porque los dueños del local decidieron no renovarles el contrato a
los gallegos, lo que entristeció y motivó la protesta de vecinos y artistas,
entre ellos Joaquín Sabina. Pero reabrió al año siguiente con un nuevo dueño,
Agustín Sousa, que al no poder mantenerlo terminó primero funcionando con
horarios irregulares y luego se vio obligado a bajar las persianas, lo que
sorprendió y volvió a generar tristeza.
Ayer, los cafés volvieron a ser los protagonistas de las
mesas del Británico. En otras también acompañaban medialunas. Y los vecinos,
algunos turistas y clientes ocasionales se acercaron, contentos, por esta nueva
reapertura.
El nuevo dueño, Norberto Aznarez, dijo a la agencia italiana
ANSA que así se recupera “este ícono de la Ciudad que tiene una impronta muy
fuerte de la gastronomía gallega”. “Vamos a respetar la estructura tradicional”,
prometió, para luego rematar: “El bar es de la gente, es parte de la cultura
popular”. De eso se trata.
Notables, pero desprotegidos
Impresiones. Por F.C
“Para la Ciudad es muy importante preservar estos lugares”,
dijo sobre los Bares Notables el Ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi. Estos
84 reductos que por historia, antigüedad o diseño arquitectónico, o por
notoriedad o la importancia social que tienen son patrimonio porteño, están
protegidos por la ley de Bares Notables –aprobada en 1998- con el objetivo de “promover
cafés, bares, billares y confiterías notables”, ya que preservan nuestras tradiciones
y le otorgan un valor propio. Pero dicho reconocimiento, que brinda
asesoramiento y programación artística gratuita a estos bares, parece darle sólo un apoyo simbólico porque no se les brinda herramientas para que puedan
hacerle frente a las dificultades financieras que llevaron en algunos casos a que tuvieran que bajar sus persianas, como el
Argos, el Aragón, el Británico (que reabrió ayer) o la confitería Richmond, hoy
convertida en local de venta de indumentaria deportiva, por citar algunos. Y no
impide cierres ni cambios de actividad.
Por eso, mientras la UNESCO analiza los documentos
presentados por la Ciudad para que se declare el hábito de tomar café como
Patrimonio Intangible de la Humanidad (se estima que hay más de 7000 bares en
Capital), se ve con buenos ojos que el Gobierno porteño haya enviado el mes
pasado un proyecto de ley a la Legislatura para eximir del pago de ingresos
brutos a estos establecimientos que tengan una facturación mensual inferior a
los 120 mil pesos, cifra que la mayoría no supera. De aprobarse, se trataría de
la primera acción concreta desde el punto de vista económico que toma el
Ejecutivo local para protegerlos. Y resulta necesaria, para que puedan resistir
sin perder ese esplendor que los caracteriza, más allá de que cambien las
formas y costumbres de algo tan nuestro como tomar café.
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