Tiene media sanción en el Senado y consiguió también dictamen favorable en Diputados. Se da por descontado que se convierta en ley cuando se trate el proyecto en el recinto, ya que cuenta con el apoyo de todos los bloques. La idea es que funcione como bar, museo y centro cultural.
El histórico edificio donde funcionó la Confitería
del Molino, ubicada frente al Congreso de la Nación y que permanece cerrada
desde hace 17 años, quedó a un paso de ser expropiado: ya tiene media sanción
en el Senado y consiguió también dictamen favorable en Diputados, donde espera
su pronto tratamiento en el recinto y se da por descontado que se convierta en
ley.
Un plenario de comisiones de Asuntos Constitucionales,
Legislación General y Cultura y Presupuesto dio dictamen a favor del proyecto
que resuelve “declarar de utilidad pública, y sujeto a expropiación, por su
valor histórico y cultural, el inmueble de la Confitería del Molino”, ubicado
en la esquina de las avenidas Callao y Rivadavia. Así, el inmueble se
transferirá sin cargo al patrimonio del Congreso.
Si bien aún no tiene fecha para su tratamiento en el recinto
de la Cámara Baja, se da por sentada su aprobación al contar la iniciativa, del
ex senador Samuel Cabanchik con consenso mayoritario. Del Senado tiene luz
verde desde noviembre de 2012.
La idea es que en el subsuelo y la planta baja funcione,
mediante una concesión, una confitería, un restaurante y un local de elaboración
de productos de panadería, pastelería y actividades afines. Es decir, que
retomaría sus usos originales desde que comenzó a funcionar en 1905.
El resto del edificio, que tiene cinco pisos de altura, se
convertirá en un museo que estará dedicado a la historia de la confitería. Se
pondrá en valor el paso a paso de su construcción y el rol político y cultural que
tuvo en sus épocas de esplendor.
La Confitería del Molino, considerada un ícono porteño, fue un
punto de reunión para políticos, escritores y artistas que iban a tomar un café,
alguna bebida y a deleitarse con las especialidades de pastelería que se
preparaban en el subsuelo. Pero un día del verano de 1997, bajó sus persianas y
quedó sólo un cartel que decía “cerrado por vacaciones desde el 24 de enero
hasta el 14 de febrero”. Nunca reabrió.
Los empleados recibieron al tiempo los telegramas de despido
en los que les anunciaban el “cierre definitivo del inmueble del
establecimiento por causas económicas”. Ya nadie iba a poder ver los coloridos
vitreaux ni pasar las horas afirmado en una de las mesas de mármol.
La confitería se llama Del Molino porque en 1868, el
repostero italiano Cayetano Brenna le compró a otro italiano, Constantino
Rossi, la Confitería del Centro, que estaba situada en Rivadavia y Rodríguez
Peña desde 1821, y la renombró en alusión al primer molino harinero de la
Ciudad de Buenos Aires, que funcionaba en la plaza Lorea. En 1904, Brenna compró
la esquina de Callao y Rivadavia, a metros de donde se construía el palacio del
Congreso Nacional, y allí la mudó en febrero de 1905. El edificio fue
inaugurado el 9 de julio de 1916, tras las obras del arquitecto italiano Francisco Gianotti,
aunque estuvo completamente terminado recién en 1917.
En el inmueble también funcionará un centro cultural, que se
llamaría “De las Aspas”, dedicado a difundir y exhibir la obra de artistas jóvenes.
“La recuperación del Molino sintetiza una convicción
compartida desde el Congreso Nacional, desde el Gobierno de la Nación y desde
todos los sectores de la población que anhelaban recuperar un patrimonio histórico
de un edificio que tiene que ver con la historia de la Argentina”, señaló el
presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez.
Y añadió: “La confitería se vendió en el 78 y al poco tiempo
quebró, durante la dictadura cívico-militar cuando quebraron tantas empresas
nacionales. Después se recuperó medianamente”.
“En el 97, con el auge de las políticas neoliberales, volvió
a cerrar, y hasta el día de hoy no se ha abierto. No es casual que hoy, con el
apoyo de todos los bloques políticos hayamos votado la recuperación, porque
esto da cuenta del momento político que vive la Argentina”, completó.
Por su parte, la diputada nacional del Frente para la
Victoria e integrante de la comisión de Cultura de la Cámara Baja María del
Carmen Bianchi, sostuvo: “Desde su inauguración en 1917 hasta su cierre, 80
años después, los muros de la Confitería El Molino, constituida en uno de los
ejemplos más notables de la arquitectura art noveau de la Ciudad, han sido
testigos de una parte importante de la cultura nacional”.
En ese marco, la diputada destacó que “revalorizar un
edificio de esta naturaleza, que cumple por sí mismo una función individual
dentro de la expresión de la Ciudad, es central”.
“La conservación del patrimonio cultural es fundamental para
preservar los trazos de nuestra historia y, desde allí, entender el presente y
construir el futuro. Se trata de recuperar un espacio físico, pero también, de
devolverle vida”, concluyó.
Desde el día en que cerró sus puertas en 1997, hubo varios
proyectos y manifestaciones de vecinos y ONGs que buscaron recuperar el
edificio. Ese mismo año se lo declaró Monumento Histórico Nacional. También se
presentaron seis proyectos diferentes en la Legislatura porteña entre 2006 y
2012, pero ninguno consiguió dictamen favorable de las comisiones y perdieron
estado parlamentario. Lo mismo ocurrió en el Congreso en años anteriores. Esta vez, la historia parece ser otra, y en un tiempo, ojalá que no muy lejano, de la mano de la histórica confitería, la esquina de Callao y Rivadavia recupere su esplendor.
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