Cambia la fisonomía de la Ciudad y se pierden bares emblemáticos

La agencia Télam publicó el sábado un despacho titulado “Cambia la fisonomía de la Ciudad y se pierden bares emblemáticos”, en el que señala la pérdida de confiterías tradicionales, como El Molino y recientemente la Richmond; y aquellos que tuvieron las persianas bajas y reabrieron, como el Café de los Angelitos y Las Violetas. Y en el medio, leyes que intentan preservar las que hoy en día siguen funcionando. La nota:

Cambia la fisonomía de la Ciudad y se pierden bares emblemáticos
(Agencia Télam - sábado 27 de agosto de 2011)

La tradicional Richmond cerró recientemente sus puertas y tiene destino de local de una marca deportiva (Foto: NA)


Unos 50 bares notables continúan siendo testimonio de la historia cultural porteña, mientras la ciudad va cambiando su fisonomía tradicional y pierde confiterías emblemáticas como la Richmond, en medio de intentos por su preservación.

Uno de esos intentos es la medida que impuso ayer (por el viernes) la justicia de no modificar ni alterar la estructura y el frente del inmueble de la Richmond.

En esta misma línea de cambios, búsquedas e incertidumbres, se encuentra la confitería El Molino que permanece cerrada hace 14 años pero persisten iniciativas por recuperarla, o las galerías Harrod`s, de cuyo destino aún no hay certezas.

En tanto quedaron definitivamente en el pasado el bar El Chino en Pompeya o el bar El Parque en La Rioja y Caseros, en Parque Patricios, que cerró el año pasado.

"Los cafés hay que defenderlos", aseguró a Télam Liliana Barela, directora general de Patrimonio Cultural e Instituto Histórico, del Ministerio de Cultura porteño, tras resaltar que "no hay como nuestros cafés por el uso que le damos, que incluso hasta vamos solos" a leer, pensar o mirar la calle.

No obstante, precisó que si bien "cuando algo es ícono o referencia en un barrio, hay que atenderlo, cuidarlo, porque algo nos está diciendo, pero también hay que poder superar lo nostalgioso y entender que la memoria se activa y desactiva y que los tiempos van cambiando".

Con respecto a la Richmond, que cerró sus puertas como confitería ya que el inmueble fue vendido a una empresa de indumentaria deportiva, Barela precisó que desde la Comisión de Protección y Promoción de Bares Notables "estamos siguiendo la situación de lo que está pasando, pero sabemos que cualquier ley cuya reglamentación es posterior a la operación de venta no tiene valor".

La directora de Patrimonio precisó que "nosotros no supimos de antemano de esta venta, no nos avisaron, si nos hubiesen avisado podríamos haber buscado una alternativa".

Ante el anuncio de la venta, la legislatura porteña buscó salir de inmediato en su auxilio declarando a la Richmond, que data de 1917, sitio histórico.

Aunque esa declaración evita transformaciones edilicias no impide que cambie de rubro y se pierda como café.

En este mismo sentido, se expidió ayer el titular del juzgado en lo Contencioso Administrativo y Tributario Nº 11 de la Ciudad, Fernando Lima, al dar lugar a la medida cautelar solicitada por María José Lubertino con el fin de proteger el valor histórico y cultural de la Richmond.

El juez resolvió que no se puede "efectuar o continuar cualquier modificación, restauración o alteración" en la estructura y el frente del inmueble, incluido el mobiliario.

Con respecto a la Ley 35, que creó en 1998 la Comisión de Protección y Promoción de los Cafés, Bares, Billares y Confiterías Notables de la Ciudad de Buenos Aires, Barela precisó que "no es restrictiva ni al dominio ni al uso, es una ley que no pudo impedir que muchos bares fueron reemplazados".

La funcionaria destacó la necesidad de "buscar una suerte de reglamentación especial para la habilitación de los bares notables", y añadió además que "las leyes a veces no alcanzan porque las realidades son muy complejas y no son homogéneas".

La ley dice que la comisión deberá promover los bares notables, consensuar y proponer "proyectos de conservación, rehabilitación o cuando correspondan restauración edilicia y mobiliaria", y plantea impulsar en estos bares actividades artísticas y conservar los "diseños y materiales en lo edilicio y mobiliario".

Barela recordó el caso de la confitería Las Violetas, en Rivadavia y Medrano, donde "el comprador se entusiasmó y después se ocupó del Café de los Angelitos, en Rivadavia y Rincón, y ahora el bar recuperó su valor simbólico".

Aunque -añadió- nada reconstruido puede ser lo mismo, pretender que siga todo igual es querer tener siempre 15 años".

Con respecto a la confitería El Molino, en el corazón de Congreso, "falta la reglamentación de la ley que estipula la expropiación, el tema es si el Senado paga a los dueños, porque la idea es mantener abajo la confitería y construir arriba oficinas del mismo Senado", dijo Barela.

En cambio "con las galerías Harrod`s el tema es diferente porque hubo una continua disputa con relación al comprador porque no le permitían usar la marca, no se lo que va a hacer", añadió, aunque las tiendas prometen reabrir en 2013, según los constructores de la obra.

La funcionaria recordó otros bares que se cerraron porque perdieron la esencia o el paso del tiempo los dejó en el olvido, como el bar El Parque, en Caseros y La Rioja, donde "la gente joven no entraba, el lugar de encuentro pasó a ser el parque, y entonces el bar murió; cambiaron los hábitos y las costumbres".

También hizo referencia al bar El Chino en Pompeya, "que tenía una mística especial, valores simbólicos muy fuertes, pero se murió el Chino y cayó en decadencia, ya no es nada, por eso lo dimos de baja".

Fuente: Agencia Télam, sábado 27 de agosto de 2011


Impresiones: Costumbres
Por F.C

Son emblemas en los barrios. Algunos son bellezas arquitectónicas, y otros tienen a las mesas y sillas como testigos silenciosos de visitas de personalidades que marcaron épocas. Pero son más que eso, constituyen la identidad porteña, aquel rito de ir al café a leer, a mirar por la calle, a pensar. Y ni hablar de aquella charla de dos que fue el inicio de un amor, o el desafortunado fin de una relación. Pero en tiempos en que las costumbres cambian, no les queda otra que aggionarse para sobrevivir, sin resignar ese estilo que los caracteriza. Y más allá de que hoy existen normas que permiten darle cierta protección a estos reductos, no es suficiente. Es necesaria una reglamentación especial para evitar que estos bares con historia bajen sus persianas y aquel café sea el último.

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