La agencia mundial de noticias AP publicó ayer una nota de la periodista Débora Rey en la que pone el foco en la ira, que muchas veces tiene su caldo de cultivo en las exigencias de la vida cotidiana, entre otros factores, ya que cada vez se informa con mayor frecuencia noticias sobre estallidos de enojo desmedido, como el caso del vecino que agarró a hachazos el auto de un hombre que le bloqueaba la salida del garaje de su casa u otros casi calcados a lo que pasa en la película Relatos Salvajes. Y también da cuenta de la existencia de un espacio para dejar fluir la furia “de manera controlada”. Panorama Ciudad comparte la nota completa:
Porteños en estado de permanente crispación
Un cliente rompe botellas a palazos en The Break Club, en Buenos Aires. (Foto: Natacha Pisarenko, de la agencia AP)
Por DÉBORA REY
Agencia AP
26/12/2014
Si usted cree que está a punto de estallar y cometer una
locura, puede servirse de un menú variado de televisores, monitores de
computadora, teléfonos y botellas vacías para romper y descargar su ira. El
alivio, al menos provisorio, está garantizado.
Así se promociona The Break Club, un espacio en el que “uno
pueda dejarse ir” sin el esfuerzo de autocontrol que exige la vida cotidiana en
Buenos Aires, sumergida bajo un clima de malestar y crispación que algunos
expertos ligan a las exigencias propias de la vida moderna pero potenciadas por
algunas particularidades como la recesión económica, la inflación, la
inseguridad y una lógica de confrontación permanente desde la clase política.
Los medios de prensa reportan cada vez con mayor frecuencia
informaciones sobre estallidos de ira de ciudadanos de distinta orientación
sexual y clase social. Un empresario enfrenta un proceso judicial porque
destruyó con un hacha un automóvil Honda que el conductor dejó mal estacionado
frente al garaje de su casa. El empresario Martín Seeber dijo por televisión
que había pedido una grúa para que remolcase el auto, pero luego de 20 horas de
espera no pudo más y descargó su furia con un hacha.
A los pocos días se difundió el caso de dos vecinos de un
barrio de clase baja que dirimieron una disputa por basura con la misma
herramienta.
Estas disputas muchas veces tienen un final trágico. En la
capital argentina se cometieron 176 homicidios en 2013, un 10,2% más que en el
año anterior, y el móvil predominante fueron las discusiones o reyertas
callejeras, según un reciente informe de la Corte Suprema de Justicia.
“Buenos Aires es la ciudad de la furia, lo notamos en el día
a día”, dijo a AP Guido Dodero, un publicista de 31 años que replicó con éxito
en el país la experiencia de romper cosas como entretenimiento que nació en la
década de los 80 en Japón y luego se extendió a Barcelona y Dallas.
Unas 1.500 personas han pasado en el último tiempo por la
Sala de la Ira, un espacio hermético de paredes de cemento a la vista en el que
bate en mano y música heavy metal de fondo el cliente hace añicos botellas,
televisores y computadoras en desuso para descargarse. También se puede romper
un portarretrato con la foto de un jefe molesto, de una suegra o de ex novia/o.
“En el día a día la gente va acumulando hasta que decide ir
a un lugar donde pueda desatar el caos de una manera controlada”, dijo Dodero,
quien resta importancia a quienes opinan que este tipo de descarga de tensiones
lejos de ser terapéuticas, podría aumentar la crispación. “Tenemos gente que
nos llama a las tres de la tarde desde la oficina y nos dice ‘¡no aguanto más,
no tienes un turno para dentro de dos horas’!”.
“Hay una situación colectiva de un enorme malestar social.
Muchísima gente tiene vivencias de enorme insatisfacción, también de
incertidumbre frente al futuro, falta de garantías, de poder armar
proyectos...Eso se expresa en un clima de exasperación y un mínimo estímulo
produce reacciones muy sobrepasadas”, reflexionó Diana Kordon, médica
psiquiatra y psicoanalista, miembro del Equipo Argentino de Trabajo e
Investigación Psicosocial.
Esta crispación se hace particularmente visible en la vía
pública. En coincidencia con el deterioro de los indicadores económicos, una
recesión sumada a una inflación que ronda el 40% anual, crecieron las
movilizaciones y protestas frente a edificios gubernamentales en el centro de
la capital en reclamo de mejoras salariales o por despidos.
Ariel Vega, un conductor de taxi, describió que “hay
malestar en los pasajeros, en los que manejamos. Andamos enloquecidos en la
calle”.
“Uno ve gente que está en la calle peleando, discutiendo por
cosas mínimas, caminas por la calle y ves gente con cara de preocupada todo el
tiempo”, dijo Kordon, quien apuntó que en estos tiempos hay una mayor demanda
de antidepresivos y estabilizadores del estado de ánimo.
Una fotografía exacta de este clima de irritabilidad la
ofrece la película “Relatos Salvajes”, que consiste en seis relatos
independientes pero con un elemento común: el estado de alteración al que
llegan sus protagonistas por diferentes motivos. El film de Damián Szifrón,
elegido para representar al país en los Oscar, es el más taquillero en la
historia del cine argentino.
“Uno se reprime como ciudadano muchas veces por día. Estamos
midiendo las consecuencias de cada uno de nuestros actos, calculando sus
consecuencias. La vida de la gente en sociedad no es en libertad, sino muy
controlada, y por eso está la fantasía de perder el control y responder a las
cosas que nos ocurren”, afirmó el director en una reciente entrevista.
La clase política no contribuye a apaciguar los ánimos ya
que ha quedado presa de una lógica de confrontación permanente entre el
gobierno y sus opositores, coinciden los expertos.
“El aumento del fanatismo ideológico-político genera dos
bandos y cualquier división de bandos siempre hay una tensión inevitable.
Cualquier división entre opuestos estigmatizados genera una tensión”, opinó
Mirta Goldstein, doctora en psicología la especialista en temas de violencia
social.
Empleado de un banco, Guillermo Van quedó exhausto “pero más
relajado, me olvidé de los problemas” tras 15 minutos de romper con un bate una
veintena de botellas en The Break Club.
Psicólogos sin embargo señalan que dirigirse expresamente a
lugares para romper objetos es un tipo de terapia “conductista” que
descarga de forma “provisional” la ira y que a largo plazo no es terapéutico
para el individuo porque puede volver “adictiva” la actitud de predisposición a
la violencia.
Fuente: Agencia AP, viernes 26 de diciembre de 2014
(Los resaltados en negrita y links fueron agregados por Panorama Ciudad)
No hay comentarios:
Publicar un comentario